“Gana Milei: Argentina al borde del abismo”. “Octubre en llamas”. “No vote a Milei”. “Milei, un peligro que crece”. “Tememos por la violencia verbal de Milei”. Estos títulos grandilocuentes no pertenecen a diarios amarillos, de esos que venden por sus título catástrofe. Son apreciaciones de los principales analistas y medios de comunicación de la Argentina. Los que leen los que deciden e invierten. Carlos Pagni, Joaquín Morales Solá, Jorge Fontevecchia, La Nación, TN, Clarín, y bastante más a la izquierda, Página 12, los expresaron entre marzo y noviembre de 2023. Ningún periodista o medio serio que se precie pronosticaba, y mucho menos deseaba, la victoria del candidato liberal en la Argentina.
Las encuestas no estuvieron lejos de eso. Según publicó Chequeado.com, 11 de 14 encuestas daban por seguro ganador a Massa en el balotaje. Milei, contra todos los pronósticos y las críticas del sistema, se impuso con un 56%, y más sorprendentemente, con un impresionante apoyo de los segmentos más vulnerables de la sociedad, antiguamente fieles votantes del peronismo y sus variantes.
¿Es que los periodistas, los analistas y los encuestador argentinos vivimos en otro planeta?, se preguntarán algunos. Hasta la pandemia, el apoyo de los medios era medular para el prestigio de cualquier partido político en el poder. Lo que los medios publicaban, era. La cuarentena “eterna” decretada por el gobierno de Alberto Fernández aceleró lo que ya pasa en el mundo: el fenómeno de la desintermediación y el acelerado pase de los medios tradicionales a los canales sociales como fuente última de la noticia. Los intermediarios están desapareciendo, y la producción de noticias en forma vertical, de editor a periodista y periodista a lector, como gran fijador del agenda setting, parece una noticia vieja.
En “Los 10 Paradigmas de la e-Comunicación”, libro base de las casas de estudios de Argentina donde se analiza la comunicación, José Luis Orihuela explica que la Red ha puesto en cuestión una de las funciones básicas de los medios tradicionales y de sus profesiones asociadas: la mediación profesional de los comunicadores en los procesos de acceso del público a las fuentes. Para Orihuela, el papel tradicional de los editores, (gatekeepers) así como la función clásica de agendasetting, eran constitutivos. La red permite el acceso directo del público a las fuentes de información sin la mediación de los comunicadores profesionales; y por otra parte permite el acceso universal a un sistema mundial de publicación que funciona al margen de los editores.
Agregando al fenómeno de la desintermediación tenemos otro, paralelo. La explosión del video como forma de comunicar y con ello, de Youtube y de una pléyade de jóvenes influencers de nicho que pueden ser más eficientes que los medios tradicionales en llegar a los usuarios más jóvenes.
Repasemos los números de suscriptores en la plataforma de video de los medios tradicionales de Argentina: La Nacion, 2,5 millones de suscriptores; Clarín, 551.000; La Gaceta, 179.000. Ahora veamos los números de seguidores del canal oficial del presidente electo y de los influencers liberales que hacen a las veces de evangelizadores de su mensaje a cambio de clicks: Javier Milei, 479.000; Peluca Milei, 1,5 millones; Break Point, 533.000; Los Herederos de Alberdi, 330.000; Tipito Enojado, 350.
Haciendo números podemos ver que esta armada invisible de fans de las redes y los videos es más voluminosa que la armada de los medios. Estos datos indican que es evidente que los medios de información y las empresas dedicadas a la opinión pública en Argentina han perdido la capacidad de leer, predecir e incluso guiar a las audiencias/votantes como lo hacían otrora. Se nota la desconexión entre unos y otros. Y porque al parecer, son los dispositivos y aplicaciones tecnológicas los que están más cerca de entender las preferencias de la ciudadanía.
Quizás sea que las redes sociales escuchan mejor a los usuarios. Quizás captan a una generación que no se siente identificada con las instituciones y los símbolos de antes, como un canal de tv, y menos que menos responden a encuestas. Quizás la producción vertical de noticias debe ser reemplazada por algo afín a la modalidad horizontal de las redes.
Lo único cierto es que los medios de comunicación argentinos, un actor muy importante dentro de la república como “check and balance” del poder, se deben un reset profundo de sus modos de producción, de su manera de escuchar a la audiencia y tratar de darles servicios, y de su trato con las nuevas formas de política.
No es un dato menor que el principal analista político del país, Carlos Pagni, no invitó en los últimos años al actual presidente a su popular programa, cuando los otros contendientes asistieron en numerosas oportunidades. Pareciera que los medios no quisieran aceptar la realidad de que muchos argentinos prefirieron a un presidente despeinado y que dice palabrotas al aire, antes que al candidato “correcto” que deseaba la elite (Larreta o Patricia).
Aunque el camino de solución no es claro, desde la Fundación Libertad Humana creemos que los datos y las herramientas digitale, usados con responsabilidad y ética, pueden devolver al sistema de medios y al sistema político general algo de la credibilidad y confianza perdidas, restaurando la capacidad de escuchar a las personas, atender sus reclamos y proveerles soluciones que mejoren sus vidas, lo cual, después de todo, era la idea original de montar una república.
Por Mercedes Colombres, directora ejecutiva de la Fundación Libertad Humana