El ataque a Israel nos conmovió profundamente; nos resultó sumamente desagradable y perturbador. La violencia indiscriminada que sufrieron los civiles israelíes, con violaciones, torturas y asesinatos, fue una tragedia. Sin embargo, no podemos decir que esto nos haya sorprendido, ya que lamentablemente es coherente con lo que Hamas ha manifestado repetidamente que buscaría hacer. Las intenciones de Hamas han sido evidentes y claras desde hace tiempo. En Dying to Win, de 2005, (pág. 32) Robert Pape analiza las declaraciones del líder de Hamas de entonces, sobre la validez de los ataques suicidas.
Sin embargo, también es coherente esa tendencia de Israel a actuar en detrimento propio. En este caso, los ataques fueron posibles, entre otras causas, porque Israel devolvió tierras después de haber ganado una guerra en la que no fueron los agresores, como ocurrió en la Guerra de los Seis Días de 1967. Rara vez un país devuelve territorio a aquellos que lo atacaron sin provocación. Israel asume intenciones positivas demasiado rápido, y en detrimento su propio interés.
Parece ser una constante: Cartago, un pueblo semita (cartagineses), no lograron prevalecer como pueblo, a pesar de una cultura y moral superiores. Lejos de ahuyentar a los enemigos, fue el incentivo para buscar la dominación de Cartago. Cartago, llego a renunciar a armas y territorios en el convencimiento de haber alcanzado la paz. Entonces, la tercera guerra púnica estalla. Para aquellos que buscan un marco para comprender la situación entre Israel y sus enemigos, un buen punto de partida es el artículo de Sam Harris escrito en 2014. Al leerlo, se podría pensar que ha sido escrito hace unas horas. Harris describe la inminente derrota comunicacional de Israel al ejercer su derecho de defensa en Gaza; habla de los miles de víctimas civiles en Gaza, que serán superiores a las de los guerreros de Hamas.
Para quienes tengan dudas, de si condenar o no el ataque a Israel, basta con analizar el uso de escudos humanos: ¿quién utiliza escudos humanos? Hamas lo hace. Disparan cohetes desde zonas residenciales, cerca de escuelas, hospitales y mezquitas. En otros conflictos recientes, como en Irak, los yihadistas también han utilizado escudos humanos, poniendo en riesgo a sus propios niños al utilizarlos como cobertura para disparar.
Hay un abismo ético, evidente, entre usar escudos humanos y ser disuadidos por ellos. Israel y los países occidentales son disuadidos por el uso de escudos humanos por parte de los yihadistas, y con toda razón: es inaceptable disparar a través del cuerpo de otros para alcanzar al adversario. Pero aunque cueste, hagamos un doble click: los yihadistas actúan bajo la suposición, o incluso la certeza, de que los infieles contra los que luchan y desprecian serán disuadidos por el uso de escudos humanos musulmanes. A pesar de considerar a los judíos, en palabras de Khamenei, como exterminables, confían en que los judíos no quieren dañar a los no combatientes musulmanes.
Y ahora pensemos en nosotros, si estaríamos dispuestos a usar a nuestros propios hijos como escudos humanos contra algún enemigo, sea Hamas, ISIS, narcotraficantes, u otros, … esta es la diferencia moral que debemos tener en cuenta. Algunos terroristas se han inmolado en medio de multitudes de niños, incluso niños musulmanes, con el único propósito de alcanzar a los soldados estadounidenses que les estaban entregando golosinas. Han llevado a cabo atentados suicidas y, en ocasiones, han enviado a otros terroristas al hospital para esperar a las víctimas, para luego hacer estallar a todos los heridos junto con médicos y enfermeras. La lista es larga, y podríamos seguir con el recuerdo de que ISIS crucificando a cristianos y musulmanes en Irak y Yemen, junto a la carretera.
Israel, como muchas sociedades en occidente, la nuestra entre ellas, busca vivir en paz con sus vecinos, mientras que Hamas busca imponer una teocracia del siglo VII en Tierra Santa. Estas visiones son fundamentalmente incompatibles, y es importante reconocer esta disparidad moral entre Israel y sus enemigos. No debe haber entonces ambigüedad ni retorica de empate, al condenar el ataque a Israel.
Esto de alguna manera nos debe llamar a reflexionar como sociedad: por el resto de nuestras vidas, nos enfrentaremos a personas que no desean vivir en paz en un mundo pluralista, y que están dispuestas a sacrificarlo todo para alcanzar el Paraíso, la Justicia Social en versión de turno, o algún anhelo territorial. Es una realidad, que debemos enfrentar. Donde no cabe la buena onda y tampoco el discurso salomónico de condenar la violencia venga de donde venga, cuando se sabe con claridad de donde viene.
Sino lo hacemos con claridad, no actuaremos con decisión, y corremos el riesgo de perecer como civilización. El ataque a Israel es un ataque a Occidente. Es un ataque a todos quienes no estamos dispuestos a usar personas como escudos humanos.