Fast Fashion (Moda Rápida) se refiere a la aceleración de los ciclos de tendencias, producción, distribución y consumo de la ropa. Si una marca ofrece una gran cantidad de ropa “nueva” en periodos cortos de tiempo y sus productos son súper baratos, entonces es una marca de moda rápida. Es importante tener en cuenta que la mayor parte del sector de la moda se ha vuelto “más rápido” en los últimos años.
Fast fashion como concepto industrial, se ha hecho dependiente de de las fibras sintéticas. Estos materiales son baratos de producir y, por lo tanto, permiten a las marcas mantener los precios bajos; la industria también tiene una gran huella de carbono, que es responsable de hasta el 10 % de las emisiones globales totales de carbono, y se estima que aumentará en un 50 % para 2030. Pero además para ofrecer ropa a precios ultra bajos, las marcas de moda rápida necesitan que sus costos sean bajos. Si un artículo es muy barato, lo más probable es que a la persona que lo produjo se le pague poco.
Asi es cómo llegan prendas que tientan a los consumidores ofreciendo prendas ultra baratas (por ejemplo, el bikini de $3.500 en un supermercado de Santiago). Este mismo supermercado, mientras escribo esta columna, tiene más de 16 mil SKUs (items) en venta. Se estima que la prenda de vestir promedio se usa solo 14 veces, y en 2019 The Guardian informó que una de cada tres mujeres jóvenes consideraba que una prenda usada solo una o dos veces era vieja.
Gran parte de la ropa moderna no está hecha para durar. Debido a la producción súper rápida, los diseños generalmente no se prueban bien antes de la venta, y se utilizan telas sintéticas baratas para mantener los costos bajos. Sumado a esto, un delivery omnipresente fomenta los artículos de moda rápida. La persona promedio en el Reino Unido compra un 60 % más de ropa hoy que en el año 2000.
No siempre fue así. Anteriormente las marcas planeaban nuevas gamas con muchos meses, incluso años, de anticipación. El ritmo de cambio fue relativamente lento y había menos productos en oferta. En comparación, la moda rápida se centra en responder a los gustos cambiantes de los consumidores lo más rápido posible.
El auge de la moda rápida está íntimamente ligado con las redes sociales y la cultura de los influencers. Una celebridad publica una foto con un outfit nuevo y sus seguidores lo quieren,. De hecho, una encuesta reciente encontró que casi el 75 % de los jóvenes de entre 18 y 24 años cree que los influencers pueden ser considerados responsables del aumento de la moda desechable.
Adhiero plenamente a la idea de Kate Fletcher y su Slow Fashion, de hacer que la moda tenga ritmos lentos, que produzca prendas de mayor calidad, tenga mayor nobleza en sus materiales, y que quienes la produzcan tengan en consecuencia mejores ingresos. Sin embargo creer que esta tendencia se convertirá en un fenómeno masivo es al menos inocente.Nuestro problema comienza con las horas en pantalla que en las que jovenes y adultos pasamos dia a dia en nuestos ratos de ocio, donde la intercambiabiilidad (o transferibilidad de realidades ) nos permiten pasar en la misma pantalla del supermercado, al CMR y de ahi al chat familiar en menos de un minuto. Es mas, podemos notar, con una breve reflexión que en no pocas ocasiones, nuestro descanso, se convierte en tiempo de consumo en pantalla o al menos de vitrineo y llenado de wish lists.
Sin embargo hay brisas, mas bien ráfagas con vientos de cambio. En Diciembre pasado Nike compró RTFKT, una compañía que produce artículos coleccionables virtuales, entre otros sneakers (zapatillas) virtuales para ser usadas solo en el mundo de los juegos. También Nike esta avanzando en una idea de producir ropa inteligente que permita ajustar la ropa a la temperatura, modificando su tejido para permitir más o menos calor. Usando nanotecnología en los tejidos, la prenda puede cambiar de color a gusto. Estas características de intercambiabilidad de la prenda, van en la dirección de que en un futuro cercano, habrá menos ropa física, pues una prenda hará las veces de varias.
Pero nuestra necesidad de novedad se desplazara a prendas digitales, donde seremos vistos con nuestras prendas virtuales en avatars que serán nosotros en un ecosistema digital. Sin entrar a hablar de metaverse en esta columna, me hago las siguientes preguntas, llevaremos el mundo físico de acumulación de ropa, al universo digital? Ya sabemos que hay mercado secundario de NFTs de ropa para avatars (es decir ropa americana digital). Imagino multiples beneficios para el medio ambiente físico, pero también habrá una vibrante economía de bienes digitales, solo visibles en el Universo Paralelo.
Mas allá de la sorpresa y asombro que esto nos pueda producir me parece de la mayor importancia que como sociedad adquiramos un conocimiento que vaya más allá de la lógica de usuario y se adentre en la compresión profunda de esta nueva realidad, que se hace mas presente día por día.