Estamos frente a lo que muchos denominan “economía del conocimiento” que abarca una variada gama de enfoques bajo las distintas banderas de una “sociedad de la información”, “economía de la información”, “sociedad del conocimiento” y “economía digital”. Si bien estos términos no tienen definiciones claras aceptadas universalmente, enfatizan la creciente dependencia del capital humano y el uso de tecnologías de la información en contraste con el enfoque en los sectores primarios de la economía en épocas anteriores.

En esta transformación nos encontramos con un tema vitalmente importante si como país queremos seguir creciendo como en épocas pasadas y por sobre todo lograr una sociedad más justa y equitativa. Se trata de la famosa brecha digital. 

Existen múltiples definiciones para lo que conocemos como Brecha Digital. La OCDE lo define como “la brecha entre individuos, hogares, empresas y áreas geográficas en diferentes niveles socioeconómicos con respecto a sus oportunidades de acceder a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y el uso de Internet para una amplia variedad de actividades”.  

Ahora bien, independientemente de la definición que usemos, las TIC implican la integración de las tecnologías digitales en los diversos sectores económicos y sociales, no como un fin en sí mismo, sino como instrumentos para incrementar los niveles de desarrollo y bienestar. 

La brecha digital contribuye a la desigualdad de acceso a los bienes y servicios disponibles a través de la tecnología. Las computadoras e Internet brindan a los usuarios la posibilidad de una mejor educación, lo que puede generar salarios más altos; las personas con acceso limitado están por lo tanto en desventaja.

Lo fundamental a la hora de considerar la brecha digital es que se estructura en torno a tres dimensiones:

1. acceso: la brecha entre quienes pueden acceder a la infraestructura de telecomunicaciones y quienes están aislados de ella. La digitalización requiere inversiones e infraestructura costosas para las regiones menos desarrolladas y para las zonas rurales,

2. uso: se refiere a la falta de habilidades digitales, lo que dificulta el manejo de la tecnología. la brecha entre quienes usan las TIC y quienes no; y

3. apropiación: la brecha entre quienes pueden usar las TIC en un nivel avanzado y quienes las usan en un nivel básico o, dicho de otro modo, a veces tienen las habilidades digitales para orientarse, pero no los conocimientos suficientes como para hacer un buen uso y sacar el máximo provecho de ellas.

No cabe duda de que las tecnologías digitales brindan beneficios a las personas, las empresas y los gobiernos. Sin embargo, los beneficios no se distribuyen de manera uniforme entre la población, lo que compromete el potencial de las TIC para promover el crecimiento económico, la prosperidad y la inclusión de segmentos completos de la población.

Muy ligado a la brecha digital nos topamos rápidamente con nuestro sistema educacional que requiere urgentes mejoras. Nuestro sistema educativo necesita adaptarse a los tiempos que corren, no cabe duda y en eso no hay ninguna novedad. Tiene serias dificultades tanto de brechas en el acceso como en su calidad. Ahora hay que agregarle un desafío aún mayor; brindar las habilidades necesarias para una economía postindustrial, digital y moderna. 

Se vuelve cada vez más necesario que se inculque un nuevo espíritu de aprendizaje permanente y se garantice que el sistema sea equitativo. Se necesita con premura una transformación radical del sistema de educación y desarrollo de habilidades en nuestro país. Este es uno de los pilares fundamentales de desarrollo de nuestra sociedad. De la educación emana una sociedad justa, con valores éticos y morales sólidos, con posibilidades de movilidad social en base a mérito, trabajos bien remunerados que permiten luego pensiones dignas o bien, bueno, la realidad actual que ya todos conocemos.

Para que la relación entre tecnología y desarrollo se refuerce, es necesario consolidar permanentemente los aspectos fundamentales que subyacen a la brecha digital actual. Esto estimularía aún más el fortalecimiento de las principales dimensiones del desarrollo humano, es decir, educación, salud e ingresos, que en términos prácticos se refieren al bienestar de las personas, la igualdad de oportunidades, el conocimiento y finalmente la calidad de vida.

Garantizar acceso a internet a lo largo de todo nuestro territorio, asegurar que todo niño en edad escolar tenga un computador, aunque sea básico o reacondicionado, subsidios a la conectividad para familias mas vulnerables son algunos ejemplos de Políticas públicas impostergables.

Me parece que en los tiempos que corren es un imperativo moral insistir tanto en políticas públicas que disminuyan de manera urgente y de forma drástica las actuales brechas digitales existentes en el país como la promoción urgente de mejoras y modernización en el sistema educativo desde sus raíces para así poder vivir en una sociedad más justa y equitativa.