Tradicionalmente, el estudio de la seguridad en las Relaciones Internacionales (RRII) se ha centrado en la seguridad nacional, que comprende la protección del Estado frente a amenazas internas o externas, muy asociado a un territorio que debemos proteger. Sin embargo, los últimos años ha logrado posicionarse con fuerza el concepto de Seguridad Humana, comprendiendo que el mundo solo estará seguro, cuando las personas que viven en él puedan estarlo.

Este cambio de enfoque sólo es posible porque hoy los individuos no son mirados solo como víctimas de las amenazas que los aquejan, sino que también como agentes de cambio. Tienen un rol que cumplir, y es responsabilidad de los Estados y de la comunidad internacional, dar herramientas y generar espacios para que puedan definir sus necesidades y ser parte de las soluciones.

El empoderamiento individual y de la sociedad civil han sido claves en este paso. Las personas se encuentran mejor educadas e informadas, a la vez que la tecnología ha permitido el desarrollo a pasos agigantados de un espacio público para intercambiar ideas, debatir y encontrar a otros que piensan como ellas. Facilita la asociatividad y multiplica llamados a manifestarse o movilizarse por una causa específica.

Los intermediarios comienzan a perder sentido. Ya no necesito a otros para comunicarme con quienes detentan el poder. Si soy suficientemente eficaz, puedo hacerme escuchar fácilmente a través de comentarios en Twitter, o movilizar a un grupo de personas considerable como para captar la atención de los paparazzis informales en que todos nos hemos transformado. Puedo generar imágenes potentes que circulen y se viralizen a través de grupos de whatsapp, con lo cual no solo llego a ese poderoso, sino que logro además la presión de todos aquellos que vieron y compartieron ese contenido.

Ya tampoco son necesarios los medios de comunicación tradicionales para informarme. Dispongo de una nube llena de información actualizada y que inteligentemente me ofrece aquellos contenidos que más me interesan. Al ver y escuchar de forma reiterada aquello con lo que estoy de acuerdo me permite reforzar mi verdad. 

Todos estos cambios son positivos, al aumentar las posibilidades de las personas, a la vez que le dan voz y visibilidad a las minorías, históricamente maltratadas. Ya no tenemos que esperar a que otro me ofrezca una solución, sino que yo puedo ser parte de ella, o incluso imponerla. 

El problema está en que las tecnologías están avanzando más rápido de lo que hemos renovado nuestros conocimientos. Si nuestro empoderamiento se basa en una educación caducada y en una información sesgada, nos puede llevar a empujar acciones que no representen el bien que buscamos. Si no sabemos manejar el espacio que tenemos a disposición para debatir y asociarnos, serán otros, los que sí lo entienden, los que tomarán las decisiones por nosotros.

Una característica clave en Seguridad Humana es el actuar preventivamente. Para ello, es fundamental generar resiliencia en la gente. Pero si no entendemos el espacio en el cual nos movemos ¿cómo podremos protegernos? Resulta fundamental, entonces, crear instituciones que regulen el nuevo espacio público que nos han entregado las tecnologías, al mismo tiempo que velen para que las personas estemos informadas y entendamos su funcionamiento. Sino, estaremos viviendo en un mundo de fantasía, pensando que estamos empoderados, cuando en realidad, estamos siendo manipulados por los nuevos poderosos del sistema.